Este fin de semana hemos visitado por fin Cork, la última de las 5 ciudades más grandes de Irlanda (lo cual, claro no es decir mucho) que nos faltaba por visitar. La verdad es que no tiene muy buena fama, varias personas nos habían dicho lo fea que era. Y la verdad es que no es para tanto, es simplemente una ciudad normal. En cualquier caso Cork lo utilizamos como base para ver algo de los alrededores.
El sábado fuimos a Blarney, hogar de uno de los castillos más conocidos de Irlanda. El castillo está más o menos bien conservado, y si bien no es especialmente bonito, es una gozada poder pasear escaleras de caracol arriba y abajo pasando por las múltiples salas. En la cima de la torre se encuentra la famosa piedra de Blarney que se supone que concede el don de la elocuencia a quien la besa. Esta es una de esas costumbres bastante tontas pero, la verdad, bastante divertida. Para besarla hay que tumbarse de espaldas casi sin apoyo en el suelo y echar la cabeza hacia atrás casi 90º. Tal que así:
Y no es por costumbre, es que no hay otra manera de alcanzar la dichosa piedra, que se encuentra sobre un agujero a unos 20 metros del suelo. Por suerte ahora hay una reja que protege de la caída, pero ésta no siempre estuvo allí…
Después recorrimos los jardines del castillo. Si hay algo que me sorprende en este país es la absurda manía que tiene la gente con tirar monedas en cuanto se encuentran frente a cualquier lugar con agua. En cada puente del río podías asomarte y veías brillar un montón de céntimos. Estoy convencido de que alguien podría ganarse la vida sólo recogiendo estas monedas.
Por cierto, ¿alguna vez os habéis planteado que fue de Snoopy? Pues aquí tenéis la triste respuesta:
Bueno, la historia real también tiene su cosa, ya que se trata del cementerio de caballos de la finca.
Ya de vuelta en Cork descubrimos algo que tiene esta ciudad y que no tiene Dublín, un mercado decente. Aquí pudimos encontrar de todo, desde carne de canguro y cocodrilo (en serio) hasta ¡callos! Magnífico.
El domingo por la mañana después de dejar el albergue y cargando a todas partes con las mochilas fuimos a visitar el pueblo de Cobh. Se trata de un pueblo costero con una larga tradición marinera… y de hundimientos. Aquí fue donde el Titanic hizo su última parada. Igualmente fue enfrente de su costa donde se hundió el Lusitania, un barco de pasajeros que fue torpedeado por un submarino alemán en la Primera Guerra Mundial. La gente del pueblo salió en barcos a recoger a los heridos. Como podéis imaginar ambos hechos son recordados por placas y monumentos.
El pueblo en sí es pequeño, con una serie de casas de diversos colores que le dan un aspecto divertido. Hay una amplia catedral sobre una colina que destaca enormemente con las casas que la rodean.
Finalmente con algo de miedo pagamos la entrada del centro de interpretación del patrimonio (a los sitios que tienen este nombre suele acompañarles la palabra cutre). Y nos sorprendió gratamente. Posee una exposición muy cuidada acerca del Titanic, el Lusitania, los barcos de vapor que zarpaban de aquí rumbo a América, las migraciones masivas de irlandeses, el transporte de presos hasta Australia… Definitivamente recomendable.