domingo, 27 de abril de 2008

Viaje al Ulster (2)

Ha costado unos días pero aquí tenemos la segunda parte de nuestra visita al Ulster. El sábado por la noche tras el recorrido por la costa con la furgoneta, llegamos a Belfast. Tras dejar las cosas en el albergue nos dispusimos a ir de juerga hasta que aguantara el cuerpo. Lo que no esperábamos es que la juerga aguantaba menos que nuestros cuerpos.
Nuestro albergue se encontraba en el centro de la zona gay de Belfast. Intentamos entrar en uno de los bares más conocidos de la zona, el Kremlin, pero no nos dejaron entrar puesto que estaba muy lleno y lo estaban dejando sólo para “clientes habituales”. Cuando intentamos ir a la zona centro nos encontramos con que ya no se vendía alcohol en ninguno de los bares, y de hecho la mitad estaban cerrados. Así que tras dar dos vueltas alrededor del ayuntamiento (verfoto) y desechar la entrada a uno de los pocos locales abiertos (y de los más grandes de la zona) donde había una larga cola y cobraban una cantidad importante de libras por entrar, nos marchamos a por algo de comer en uno de los puestos ambulantes.







Aquí nos encontramos con una escena muy desagradable. A pesar de que las cosas en el Ulster han cambiado en los últimos años, las secuelas van a colear durante años. La policía aun pasea en tanquetas por las calles. Un grupo de ellos fue increpado cerca de donde estábamos nosotros por un chaval local. Esto provoco que unos cinco policías, armados con espráis se encararan con él contra un muro. Un amigo suyo intentaba llevárselo de allí y que dejara de meterse en líos, pero la policía, lejos de evitar el enfrentamiento apartaron al amigo para enfrentarse con el chico. Cuando finalmente el amigo consiguió alejarlo de allí, él les dijo algo, inaudible para nosotros, que hizo que uno de los policías saliera corriendo hacia él y desde la mitad de la calzada se lo llevara contra otra pared y le rociara el espray que llevaba. Bastante lamentable.




En fin, al día siguiente, visitamos la ciudad. Una curiosidad. El escudo del Ulster incluye una mano roja. Esto se debe a que la leyenda cuenta que cuando un barco se acercaba allí con intención de invadir el territorio, el capitán prometió que la tierra sería para aquel que pusiese su mano en ella. Uno de los tripulantes se cortó la mano y la lanzó desde el barco a tierra, llevándose así el premio.







Realmente lo más interesante de la ciudad es todo lo que tiene que ver con la historia reciente. Todos los antiguos edificios del gobierno inglés están rodeados de vallas con alambre de espinos y el muro que separa las zonas protestante y católica aun requiere un largo rodeo cuando las puertas están cerradas. En estas zonas hay una serie de murales que es una de las principales atracciones de la ciudad. Éstos hacen referencia no sólo a los conflictos internos sino a otros conflictos internacionales, incluida alguna referencia al País Vasco, tema que no trataremos aquí. También existen monumentos a las víctimas de ambos bandos. En general uno se queda con la sensación de que aunque el conflicto armado ha acabado aún queda mucho camino para que cicatrice.




Y poco más. Después de Belfast nos perdimos (varias veces) por las carreteras que bajan de vuelta a Dublín, pero no por culpa de nuestro estupendo conductor, sino más bien de un montón de copilotos inútiles.
Desde entonces ya hemos hecho otro viajecito este fin de semana a Galway y las Islas de Arán que comentaremos próximamente. Allí, y después de un año eludiendo a mi destino he vuelto a fastidiarme el tobillo. Lo bueno, que estaré un par de días sin ir al trabajo. Lo malo, que esos días no los pagan…



Con un poco de suerte eso me dejará tiempo para hacer alguna entrada más, pero no prometo nada.

miércoles, 16 de abril de 2008

Viaje al Ulster (1)

Este fin de semana visitamos Irlanda del Norte. Nos habíamos juntado un total de nueve personas para el viaje, de modo que decidimos alquilar una furgoneta. La verdad es que el coche particular es la mejor opción para viajar por Irlanda. Aquí comenzó nuestra odisea, porque llegamos a la oficina de alquiler con el tiempo justo para pagar la exorbitada fianza y el alquiler. Pero lo conseguimos y allá que nos fuimos.
Después de robar dos cestas (y pagar la comida, eso si) en un Tesco, partimos hacia Portstewart, donde pasaríamos la noche del viernes. Portstewart es un pequeño pueblo en la costa norte del Ulster, muy cerca de la Calzada de los Gigantes. Por la mañana, después de un buen desayuno con nutella incluida fuimos a recorrer la costa.
La primera parada fue el Castillo de Dunluce, donde, para que le quede claro a la policía, NO nos saltamos dos vallas con carteles que indicaban prohibido el paso por reformas para bajar hasta una pequeña cueva y el arco del puente… Al parecer en 1639 un ala del castillo cayó al mar, llevándose consigo a parte de los sirvientes. Ahora mismo lo que queda es poco más que una ruina en un bonito paraje.
Después fuimos a Bushmills, pueblo de origen del whiskey del mismo nombre que este año cumple 400 años.
A continuación la que posiblemente es la mayor atracción turística de Irlanda del Norte, Giant´s Causeway (calzada de los gigantes). Se trata de una formación volcánica de un aspecto muy espectacular. Además de eso en días de lluvia como el que nos tocó, resbala que no veas… La parte principal de la calzada es pequeña, pero más adelante se puede subir por un camino donde se ven más columnas y unas buenas vistas de la costa.
Viajando hacia el este de la Calzada hay otra de las atracciones de la zona, el puente de Carrick-a-rede. Es un puente colgante de unos 20 metros de largo (aunque parecen menos) que está situado a unos 30 metros de altura sobre el mar (aunque también parecen menos) entre la costa y una pequeña isla. La verdad es que impresiona menos de lo que todos esperábamos. No obstante subiendo por un “camino” enfrente de la isla se tienen otras vistas bastante majas. En la foto al fondo podéis ver el puente.





Después de esto dimos una vuelta por la zona, visitando otros acantilados y Carlos decidió volar un rato...


Aun están recogiendo pedazos entre las rocas.

A última hora del día nos dirigimos hacia Belfast, donde habíamos reservado una habitación de 10 personas en un albergue. Pero decidimos hacer la ruta larga por la costa. Un consejo, si alguien os dice alguna vez que hay unas marcas que señalan el camino, no le creáis, es una trampa. Siguiendo los consejos de la guía de Lonely Planet (quien nos mandaría) intentamos localizar un mirador en la zona más septentrional de Irlanda. Tras perdernos y tener que preguntar a una familia irlandesa viviendo en una casa en mitad del monte, llegamos a un lugar que difícilmente podría calificarse de aldea. Allí había un pequeño aparcamiento donde nos encontramos con una pareja que dejaba el lugar en coche. Yo me acerqué a ellos para preguntar dónde estaba el sitio que buscábamos. La señora nos dijo claramente que pasáramos una puerta que había entre dos casas y siguiéramos el camino que estaba señalizado con marcas amarillas. A día de hoy aun no hemos encontrado las marcas amarillas. Lo que si encontramos fue la puerta metálica… y después otra… y otra. En total después de saltarnos unas 3 ó 4 vallas y cometer otros tantos allanamientos llegamos efectivamente al final de la isla. La verdad es que la aventura mereció la pena, porque los acantilados de 180 metros de altura eran bastante espectaculares. Pero nos pusimos de barro hasta las cejas.

En el próximo capítulo: de cómo llegamos a Belfast y lo que allí aconteció.

viernes, 4 de abril de 2008

We´re back, baby!

Sí, ya volvemos a tener internet en casa, pardiez.
Espero que no haya sido muy dura la vida sin nosotros. Ahora que hemos vuelto podremos publicar más a menudo (lo cual no quiere decir muy a menudo, que lo de vagos lo seguimos teniendo encima). En este tiempo Yolanda se ha establecido en su nuevo curro, yo cada vez ando más harto del mío, hemos visitado Killarney, me he comprado una Xbox 360, hemos visto unas cuantas pelis en el festival de cine de Dublín y otras pocas en el festival de cine español.

Para empezar lo prometido, aquí está el vídeo del Disco Bus. ¡Marchaaaaaaaa!






Y si, esa voz tan horrenda que oís es la mía.

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