Nuestro albergue se encontraba en el centro de la zona gay de Belfast. Intentamos entrar en uno de los bares más conocidos de la zona, el Kremlin, pero no nos dejaron entrar puesto que estaba muy lleno y lo estaban dejando sólo para “clientes habituales”. Cuando intentamos ir a la zona centro nos encontramos con que ya no se vendía alcohol en ninguno de los bares, y de hecho la mitad estaban cerrados. Así que tras dar dos vueltas alrededor del ayuntamiento (verfoto) y desechar la entrada a uno de los pocos locales abiertos (y de los más grandes de la zona) donde había una larga cola y cobraban una cantidad importante de libras por entrar, nos marchamos a por algo de comer en uno de los puestos ambulantes.
Aquí nos encontramos con una escena muy desagradable. A pesar de que las cosas en el Ulster han cambiado en los últimos años, las secuelas van a colear durante años. La policía aun pasea en tanquetas por las calles. Un grupo de ellos fue increpado cerca de donde estábamos nosotros por un chaval local. Esto provoco que unos cinco policías, armados con espráis se encararan con él contra un muro. Un amigo suyo intentaba llevárselo de allí y que dejara de meterse en líos, pero la policía, lejos de evitar el enfrentamiento apartaron al amigo para enfrentarse con el chico. Cuando finalmente el amigo consiguió alejarlo de allí, él les dijo algo, inaudible para nosotros, que hizo que uno de los policías saliera corriendo hacia él y desde la mitad de la calzada se lo llevara contra otra pared y le rociara el espray que llevaba. Bastante lamentable.
En fin, al día siguiente, visitamos la ciudad. Una curiosidad. El escudo del Ulster incluye una mano roja. Esto se debe a que la leyenda cuenta que cuando un barco se acercaba allí con intención de invadir el territorio, el capitán prometió que la tierra sería para aquel que pusiese su mano en ella. Uno de los tripulantes se cortó la mano y la lanzó desde el barco a tierra, llevándose así el premio.
Realmente lo más interesante de la ciudad es todo lo que tiene que ver con la historia reciente. Todos los antiguos edificios del gobierno inglés están rodeados de vallas con alambre de espinos y el muro que separa las zonas protestante y católica aun requiere un largo rodeo cuando las puertas están cerradas. En estas zonas hay una serie de murales que es una de las principales atracciones de la ciudad. Éstos hacen referencia no sólo a los conflictos internos sino a otros conflictos internacionales, incluida alguna referencia al País Vasco, tema que no trataremos aquí. También existen monumentos a las víctimas de ambos bandos. En general uno se queda con la sensación de que aunque el conflicto armado ha acabado aún queda mucho camino para que cicatrice.
Y poco más. Después de Belfast nos perdimos (varias veces) por las carreteras que bajan de vuelta a Dublín, pero no por culpa de nuestro estupendo conductor, sino más bien de un montón de copilotos inútiles.
Desde entonces ya hemos hecho otro viajecito este fin de semana a Galway y las Islas de Arán que comentaremos próximamente. Allí, y después de un año eludiendo a mi destino he vuelto a fastidiarme el tobillo. Lo bueno, que estaré un par de días sin ir al trabajo. Lo malo, que esos días no los pagan…
Con un poco de suerte eso me dejará tiempo para hacer alguna entrada más, pero no prometo nada.